A menudo nos dicen que en los números están todas las
respuestas, que no somos más que simples cifras en un universo repleto de
ellas. Pero, ¿qué somos realmente? Yo digo que somos letras, letras convertidas
en palabras y palabras convertidas en historias. Historias necesitando ser
escuchadas. De eso estamos hechos, ¿no? De cuentos trotando mundos a la deriva
buscando un sol mañanero y tal vez, un alma en pena. Y de pronto no somos
doscientos seis huesos ni sesenta y cinco por ciento agua; de un momento a otro
somos el café amargo y tu piel sobre la mía, somos libros amarillos
transformados en espejos recitando gritos de huesos desgastados. Somos los
insultos traumáticos y los besos post-trauma. Somos dicha desgraciada y somos amor
guerrillero. ¿No te dije yo? Somos historias. Historias lanzadas con rabia al
mar y escondidas entre la arena. Trazadas vulgarmente en papeles arrugados pero
nunca dejando de ser poesía. Somos el secreto más valioso que cuidadosamente
guarda la tierra. ¡Historias! De eso se trata, de las rebeldes y descocidas, de
las que llevan a sentirte triste y de las que jamás serán contadas. Si bien
piensas, de cuánto nos conectan a cada alma que habita este verso rodante.
Y tal vez no logre mucho con tanta palabrería, pero
ofrezco noches de historias, historias mías. Cargadas de agonía y felicidad
barata, pero reales. Y te las cuento una y otra vez hasta que te quedes
dormido, o ¿por qué no? Adueñarnos de la madrugada y escribir juntos una
más, con tus letras y las mías, lograr así la más dulce rima, el más
bonito de los poemas.
-María Emilia.